La palabra “doctrina” quiere decir “enseñanza” o “verdad.” Es imposible enseñar la Biblia sin enseñar doctrina. La doctrina es el fundamento y armadura de toda enseñanza y predicación. Da vigor, forma y belleza al mensaje que proclamamos. El apóstol pablo dice en 2 Timoteo 4:3: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concu-piscencias.”

 

La sana doctrina es la enseñanza de la Palabra de Dios en pureza y verdad sin error o tinieblas. Es enseñanza sana y saludable. Si el creyente está salubre en su cuerpo, está sano físicamente; si el creyente está salubre en doctrina, está sano espiritualmente. La sana doctrina exalta a Jesús y denuncia el pecado. Indica fielmente el sufrimiento que sigue al pecado; inspira fe en el oyente y le conduce a una vida de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. La sana doctrina le da al creyente un corazón lleno de profunda paz y descanso en Jesucristo.

 

En estos días de apostasía muchos no quieren sufrir la sana doctrina. Un Espíritu de inquietud, descontento y disgusto entra y el creyente sincero se pone a buscar emociones vivas, excitaciones ó algo sensacional. Llegan a ser inestables e indecisos, como las ondas del mar arrastradas por el viento. Llegan a ser fuentes sin agua y nubes empujadas por la tormenta. Por eso apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios.

 

Cuando nos entregamos a la sana doctrina, estamos contentos y felices con la Palabra de Dios. Cuando hayan pasado el cielo y la tierra, ella quedará. La Biblia es la que nos conduce a Jesucristo para salvación de nuestras almas. Sólo la Biblia es verdad porque sólo la Biblia es infalible.

 

La Palabra de Dios no cambia y es eterna e inmutable en su naturaleza. Esto quiere decir que no hay doctrina verdadera sino la que enseñaron los Apóstoles y existe la gran necesidad de perseverar en la doctrina de los Apóstoles.  Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”

 

El modo justo de plantear el estudio de la Palabra de Dios es tener un hambre real de conocer la VERDAD por amor a la VERDAD. Hay muchos motivos para estudiar la Biblia, pero éste sobre todos debe ser el más importante. No debemos escudriñar sólo para ganar una disputa o defender cierta posición. Debemos siempre buscar la verdad sólo por amor a la verdad.

 

Uno de los principios que deben regir a la hora de estudiar las Sagradas Escrituras es que la verdad viene por revelación divina. No hay persona que enseñe la verdad divina mejor que el Espíritu Santo, el Autor de la Biblia. Muchas verdades son misterios escondidos de la mente no regenerada, que solo se pueden entender cuando el Espíritu Santo les hace entender. Juan 16:13 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.” 1 Corintios 2:14 aclara: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”

 

Después del Espíritu Santo, lo que mejor interpreta la Biblia es la Biblia misma. La verdad concuerda con toda la Escritura. Una doctrina nunca debe ser establecida en un solo pasaje de la Biblia a menos que esa doctrina concuerde con toda la Biblia. La verdad es siempre sana y templada. Es más probable que un punto de vista inmoderado sea erróneo que un punto de vista más moderado. La verdad exalta a Jesucristo. Cualquier enseñanza que degrade a Jesús es errónea. La verdad santifica la vida del creyente. El modo de vivir diariamente indica si es creyente y practica a diario las doctrinas bíblicas.

 

Necesitamos creyentes bien adoctrinados que defiendan con humildad la verdad, y por tal razón mos vimos motivados a escribir un tratado de estudios relacionados con la doctrina fundamental de la Palabra de Dios. De esta manera estaremos preparados, no solamente para defender nuestra fe, sino también para preparar a otros nuevos creyentes para que también defiendan la fe cristiana, pues estamos en tiempos de Conquista, pero también en tiempos de apostasía.